miércoles, 1 de febrero de 2017

La La Land

This is a movie for dreamers

Con esta frase, entre muchas otras, agradeció Emma Stone el Golden Globe que ganó el pasado enero gracias a La La Land. Y no podría haber descrito mejor al filme de Damien Chazelle, director asimismo de Whiplash, por la que se llevó tres premios de la Academia. Y es que La La Land ha roto esquemas. Ha igualado la cifra récord obtenida previamente por Eva al desnudo (1950) y Titanic (1997) en nominaciones a los Oscars: 14, nada más y nada menos. ¿Por qué? ¿Será por la banda sonora, que escucho mientras escribo estas palabras? ¿O por la maravillosa estética, que nos recuerda a los clásicos musicales de Hollywood?

Probablemente sea por estas cosas, y por muchas más. Chazelle ha hecho lo que pocos consiguen, que es crear un clásico que se convierte en clásico nada más pisar los cines. Es un musical contemporáneo, ambientado en Los Ángeles, donde Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling) tratan de abrirse paso. La primera como actriz, el segundo como músico de jazz. Ambos se enamoran y se apoyan mutuamente en la persecución de sus sueños, que terminan siendo incompatibles.

La película empieza con un gran número musical grabado en plano secuencia. La letra del mismo ya nos da una pista acerca de la temática de la película (And when they let you down/You'll get up off the ground/'Cause morning rolls around/And it's another day of sun). La esperanza, la persecución de sueños aunque parezcan imposibles. Si el riesgo de hacer un musical ya es alto de por sí, al hacerlo con canciones originales (impecable trabajo por parte de Justin Hurwitz) cantadas por los propios actores se duplica. Que, por cierto, nos muestran una química en pantalla espectacular, aunque quizá Gosling se vea un poco eclipsado por el carisma de Stone. Todos los aspectos visuales y técnicos, desde la dirección de fotografía, a cargo de Linus Sandgren, la paleta de colores, los planos secuencia, hasta el anacrónico vestuario de los protagonistas, nos recuerda a los antiguos musicales. Una suerte de mezcla entre moderno y clásico. El guion, escrito por el mismo Chazelle, quizá pierde fuerza en la última media hora, pero lo compensa con la magnífica y agridulce escena final.

A pesar de que Chazelle tenía este proyecto en el bolsillo desde antes incluso que Whiplash, quizá no haya sido casualidad que haya salido ahora, en el panorama político en el que se encuentra Estados Unidos actualmente. ¿Un bálsamo de esperanza y sueños que se cumplen contra Trump?
Belén.

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