This is a movie for
dreamers
Con
esta frase, entre muchas otras, agradeció Emma Stone el Golden Globe que ganó
el pasado enero gracias a La La Land. Y
no podría haber descrito mejor al filme de Damien Chazelle, director asimismo
de Whiplash, por la que se llevó tres premios de la Academia. Y es que La La Land ha roto esquemas. Ha igualado
la cifra récord obtenida previamente por Eva
al desnudo (1950) y Titanic
(1997) en nominaciones a los Oscars: 14, nada más y nada menos. ¿Por qué? ¿Será
por la banda sonora, que escucho mientras escribo estas palabras? ¿O por la
maravillosa estética, que nos recuerda a los clásicos musicales de Hollywood?
Probablemente
sea por estas cosas, y por muchas más. Chazelle ha hecho lo que pocos
consiguen, que es crear un clásico que se convierte en clásico nada más pisar
los cines. Es un musical contemporáneo, ambientado en Los Ángeles, donde Mia
(Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling) tratan de abrirse paso. La primera como
actriz, el segundo como músico de jazz. Ambos se enamoran y se apoyan
mutuamente en la persecución de sus sueños, que terminan siendo incompatibles.
La
película empieza con un gran número musical grabado en plano secuencia. La letra del mismo ya
nos da una pista acerca de la temática de la película (And when they let you down/You'll get up off the ground/'Cause morning
rolls around/And it's another day of sun). La
esperanza, la persecución de sueños aunque parezcan imposibles. Si el riesgo de
hacer un musical ya es alto de por sí, al hacerlo con canciones originales
(impecable trabajo por parte de Justin Hurwitz) cantadas por los propios
actores se duplica. Que, por cierto, nos muestran una química en pantalla
espectacular, aunque quizá Gosling se vea un poco eclipsado por el carisma de
Stone. Todos los aspectos visuales y técnicos, desde la dirección de fotografía,
a cargo de Linus Sandgren, la paleta de colores, los planos secuencia, hasta el
anacrónico vestuario de los protagonistas, nos recuerda a los antiguos
musicales. Una suerte de mezcla entre moderno y clásico. El guion, escrito por el mismo
Chazelle, quizá pierde fuerza en la última media hora, pero lo compensa con la
magnífica y agridulce escena final.
A
pesar de que Chazelle tenía este proyecto en el bolsillo desde antes incluso
que Whiplash, quizá no haya sido
casualidad que haya salido ahora, en el panorama político en el que se
encuentra Estados Unidos actualmente. ¿Un bálsamo de esperanza y sueños que se
cumplen contra Trump?
Belén.
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